PRELUDIO 1
El sonido de las bisagras sin engrasar del ataúd, rompen el silencio, lentamente, dentro de la cripta. Aemon despierta, aunque algo raro a ocurrido.
Lo primero que hace, es mirar a su alrededor, buscando que todo este tal cual como lo dejo antes de irse a dormir.
Luego de una exhaustiva revisión a su habitación, mira la piel de sus manos, puede contar que solo han pasado 20 años. No es ni la mitad de lo planeado, había preparado su letargo para unos 100 años. Algo le había despertado antes de tiempo.
No podía descifrar el que, así vuelve a mirar su cripta, alerta de que no hubiese un intruso, o alguien entrando a su santuario en Forgotten Hollow, aprovechando que dormía.
No encuentra nada más que polvo, todo está bajo control. Como su siesta fue interrumpida, no tiene más nada que hacer, que ponerse en marcha.
Sale de su féretro y acomoda sus huesos, antes de abrir la rejilla y echarse andar.
Tiene sed, al no haber completado su letargo, las reservas de su vitae no estaban mal, un trago de la botella que dejo preparada, puede calmarle.
Aun así, no es suficiente. Necesita a sus ghoul para alimentarse, manda una señal a algunos de sus esclavos, para ordenarles venir, solo tiene que esperar a que obedezcan su llamada.
La primera víctima que encuentra, es su ama de llaves, la dejo a cargo en su castillo antes de él ir a dormir, para que vigilara su descanso.
Es una pena, estaba entre sus preferidas, pero dudaba mucho que sobreviviera después de comer esta vez de ella. Ya encontrara a alguien, por ahora Ghouls para comer no le faltan, aunque no fuesen del todo, exquisitos.
Aemon sube, para ir a una de las torres para esperar su comida. Aun no queda satisfecho.
Al llegar al pasillo de da cuenta que el reloj principal, esta sin funcionar.
Saca un reloj del bolsillo para ver la hora, y luego se acerca al de la pared de para hacerlo funcionar. Es curioso, ese reloj jamás se había parado, pero por supuesto, toda tenía una primera vez.
Un gruñido sale de su boca, se cabrea con su, ya, antigua ama de llaves que yace muerta en el salón. No se dio cuenta que no funcionaba, un descuido: “malditos ghouls… no hacen nada bien”
Luego de comer, llamara a Lilith, la segunda de sus dos chiquillos, necesita ponerse al día con lo que ha ocurrido estos 20 años, mientras tomaba su siesta.
Una vez más, maldice en silencio, está seco de hambre y sus esclavos aun no llegan, están tardando demasiado.
Unos minutos más (que para Aemon son más que suficiente para enojarse) por fin puede escuchar acercarse los coches llegar a su castillo.
- malditos ghouls…
Su visita al Monte Komorebi no había ocurrido como él hubiese planeado. No sabe por qué, pero se dejó llevar por un impulso, más allá de su razón. Diablerie, por segunda vez, Aemon cometía tal acto, fue imposible resistirse, su presa estaba ahí, tan fácil, tanto poder desperdiciado.
El que se hubiese despertado recientemente, había influido. Todavía estaba hambriento, pero, ¿había sido solo por eso? Es algo que ni él puede contestar y mucho menos ahora, ya que estaba pagando las consecuencias, del Amaranto.
Ya había pasado por lo mismo una vez, había luchado contra Isaac, el Antiguo señor Ventrue, para no perder el control y dominarlo enteramente, al punto de desaparecer.
Aquella vez, Caleb, su hijo, le acompañaba y le ayudo a mantener la cordura para no perderse en medio de la locura que Isaac intentaba arrastrarle.
Pero ahora estaba solo, no había nadie presente para mantener su humanidad y la razón, y no sucumbir ante su nuevo huésped, nada más y nada menos que un Tzimisce, que le lastimaba desde adentro intentado apoderarse de Aemon.
El, luchaba, incluso más duro que aquella primera vez. Muchas veces estuvo a punto de perder la cordura enteramente, incluso sentía que el Tzimisce, no era el único que comenzaba a luchar dentro de él. Isaac, aunque débil, parecía ver una oportunidad mas para hacerse con él.
Lo único que Aemon tenía, para mantenerlos a raya, era la imagen de Caleb, recuerdos fugaces que se negaba a borrar y que era lo único que mantenía la humanidad del, ahora, Antediluviano de los Ventrue.
Caleb no estaba ahí físicamente, aun así, el niño seguía presente para intentar salvarle una vez más.
Luego de meses, batallando, Aemon despierta el suelo frio de piedra tallada.
Está agotado, física y mentalmente. Ha logrado superar el control de sus huéspedes, pero sabe de sobras, que la lucha aún no ha terminado del todo.
Necesita reponer su vitae, una vez más, y estar listo para cuando el Tzimisce, decida volver atacarle.
Con suerte ha logrado almacenar suficiente sangre en su fuente especial, para reponerse, pero si la cosa seguía a este ritmo, en nada se quedaba sin reservas ni ghoul para comer, y eso si era un problema.
Adolorido, se levanta y desbloquea la puerta de su cripta. Es una buena señal, que pueda hacerlo. Ya Hace muchísimo tiempo, había puesto un sistema de seguridad para el mismo, en el que resolver el puzle de la cerradura, suponía un reto para hacerlo pensar de manera bastante lógica, lo suficiente como para saber que su raciocinio era bastante alto como para saber que era el totalmente cuerdo, y no su bestia quien dominaba.
Con algunos tumbos y mareos repentinos, ayudándose de las paredes, logra subir. Maldita sea la hora que se ocurrió poner su fuente en una de las torres más altas del castillo.
Sigue maldiciendo a cada paso que da, hasta que algo, inesperadamente, llama su atención.
Una vez más, y en el mismo sitio que antes, se da cuenta que su reloj de pared vuelve a estar sin funcionar.
Aemon se acerca, débil e intrigado. Lo que más llama la atención ahora mismo, es que las manecillas están paradas justo en la misma hora que antes, ni un minuto más ni menos: 10:11
El Ventrue medita cuidadosamente la imagen que tiene delante. Antes de sacar una conclusión, pone las manecillas de manera random. No tiene ni idea ahora mismo de la hora que es, ni siquiera sabe que día o en qué mes esta, pero eso no es lo que le importa.
La hora es lo de menos. Solo quiere probar algo. Vuelve a empujar la palanca y el tic tac del reloj vuelve hacerse audible como un eco en todo el castillo.
Aemon, vuelve a dirigir su atención hacia su destino original, su fuente. Eso sí, sin dejar de pensar en todo lo que está ocurriendo. No es casualidad, no cree en ellas. ¿Sera un presagio lo que esta viendo?
Por ahora, su mayor preocupación es seguir siendo él, Aemon Batori, Señor del Clan Ventrue. Ya se preocupará del resto cuanto su ser esté totalmente fuera de peligro
Ya casi un año había pasado, después de la Diablerie, Aemon seguía recuperándose de las secuelas, pero al menos ya podía estar tranquilo. Iba superando los ataques cada vez más fácilmente, aunque a veces el bombardeo venia con fuerza en su cabeza, con imágenes y flashback que Aemon sabía perfectamente, no le pertenecían y que superaban el sadismo, incluso para el mismo.
- malditos Tzimisce! – maldecía una y otra vez.
Ahora mismo, vivía en una resaca interminable. Sven ya estaba con él, había llegado pidiendo ayuda y refugio. Al Antiguo poco le importaba sus razones, si le habían ordenado una caza de sangre o no, daba igual. Simplemente. Lo vio como una buena oportunidad, lo vinculo a él, y ahora mismo era quien protegía sus dominios, mientras él terminaba de lidiar con su problemita.
También, había encontrado algo que mantenía su cabeza enfocada, consciente de lo que ocurría en su entorno y evitaba perderse en recuerdos ajenos. Había un sonido con el que Aemon se obsesiono, el tic tac del viejo reloj de la pared. Ahora mismo era lo único que sonaba en ese castillo.
Habían pasado ya un par de meses desde la última vez que lo encontró sin funcionar, desde ese día, ese tictac sonaba en los oídos de Aemon que no paraba de escucharlos con atención, noche tras noche. Era una tontería, pero al menos su mente estaba ocupada.
Hasta que por fin ocurrió, sin más, ocurrió. El eco del tictac se detuvo instantáneamente.
- ¿qué hora es? – le pregunta a Sven.
El Albino se acerca y le muestra su reloj. Aemon ve la hora: 10:11.
- Retírate… - ordena.
Sven obedece, saliendo de la habitación dejando a Aemon solo en ella
- y así comienza… el principio del fin.
Los días pasaban, Aemon seguía encajando las piezas que tenía. Un ritual milenario y secreto realizado a la esposa de su hijo, un niño de Puerto Gélido, nacido del vientre de la misma mujer y con la sangre y genes también de su hijo. Sin contar, que ha descubierto, lo que parecía ser una bruja nigromante, que, si había entendido bien en la pequeña charla que tuvo con ella, obedecía a “La Señora”.
No era la primera vez que lo escuchaba ese mote, así era como los adoradores de Lilith, se referían a ella, La Madre Oscura, La Señora. Pero los Tzimisce, ¿qué pintaban en todo esto? Lo único que se le ocurría es que el maldito de Tzimisce en persona, estuviera moviendo fichas en su Yihad, desde hace tiempo. Si era así, el muy cabron lo estaba haciendo en silencio de manera magistral, pero algo seguía sin encajar.
Todo giraba en torno a Caleb y su hijo. Alguien buscaba cumplir la profecía de la Tiranía al Sol, y lo único que se le ocurría es que alguien, usaba el culto de los Bahari, como se hacían llamar los adoradores de Lilith entre ellos, para aprovechándose de sus fanatismos y de la profecía, una de las tantas descrita en el Libro de Nod, como una excusa, para tapar sus movidas a todos, sin ser descubierto.
Aemon no cree en profecías, el sino, ni nada de eso. Para él es simple: Causa y efecto, solo creía en los hechos. Y ahora mismo tenía muchas preguntas, sin lograr entender el “efecto” de todo esto. Se sentía en desventaja, mientras los demás Antediluvianos, seguramente comenzaban a mover sus piezas en el tablero. Maldita sea la hora que decidió ir al Letargo, menos mal no fueron los 100 años que planeo. Aunque pensándolo, seguramente haya sido eso lo que le despertó inesperadamente, la Rueda de la Gehena que apenas comenzaba a girar.
Primero, tenía que verificar que, en efecto, había un culto de Lilith operando, y luego, lo mas importante, buscar indicios de que Tzimisce, estuviese despierto, acechando y esperando su momento para aparecer, unidos a los Bahari. Sus respuestas, las tenía en su cabeza, una de las tantas imágenes que hasta hace unas semanas bombardeaban su mente, la imagen de una cripta olvidada. Tenía que ser muy importante para el Tzimisce que devoro, sino no aparecería en su cabeza. Alguien tenía que investigarlo por él. Ni de coña, pretendía aparecerse por ahí, sin tener la seguridad de que “su huésped” estuviese totalmente dominado, dentro de él. Después de todo podría ser una trampa, para guiarlo como una oveja hasta ahí, y terminar de hacerlo sucumbir.
- es una sensación terrible… el esperar que tu mente no se nuble y se pierda dentro de tu propia psique… - Aparece de la nada, una figura alta y erguida, casi respondiendo, a los pensamientos de Aemon, con una voz pausada y como si estuviese susurrando, desde las sombras
Para este, no es ninguna sorpresa, lo ha sentido y sabe perfectamente de quien se trata, Aunque su comentario lo deja un poco confundido:
- quien mejor que el mismísimo Diablo, para contarme sus experiencias sobre una Diablerie.
- Interesante, aunque dudo que mis experiencias te sean suficientes, sobre todo viviendo de alguien, que lo ha repetido una vez más y aun existir en plena conciencia para contarlo. Mis felicitaciones, debo decir, aunque haber tragado a un Tzimisce hace que me cuestiones sobre esos gustos tan exquisitos de los que se regodean ustedes, los hijos de Ventrue.
Aemon observa a Tremere, el Antediluviano y Señor del Clan Tremere, hay algo raro en él. Aunque tampoco es que sea una novedad, dado que siempre ha creído que es un rarito a toda regla. Un mago que quiso ser vampiro, y, sobre todo, después de haberse comido al mismísimo Saulot, uno de los hijos favoritos, del mismísimo Caín.
- ¿qué haces aquí y que quieres?
- Yo, solo cumplo con mi papel dentro de la Yihad. Ahora depende de ti como jugamos…
- ¿jugamos?... - Aemon que no da crédito al plural
- No es por sonar arrogante, pero deberías agradecerme más bien, que este aquí. Conozco el destino, lo he visto y he actuado en él, para que todo ocurra como debe ocurrir, por supuesto, dejando mis huellas en el camino
- lo has visto… - Aemon suelta una pequeña risa de sarcasmo - así que el ojo que te salió en la frente, sirve para eso.
Tremere sonríe, en respuesta a la mofa, pero para nada se ofende:
- Ha sido… incomodo – dice, más bien explicando con el mismo tono pausado y suave con el que llego – …y al mismo tiempo provechoso. Una experiencia… delirante, aunque bastante reveladora. Él me ha enseñado una verdad, me ha mostrado su plan y yo decidido ayudarle. A cambio, ahora soy libre…
Aemon le observa perspicaz, sigue confundido, lo ultimo que se sabe de Tremere es que fue totalmente poseído por Saulot. ¿Cuál de los dos era realmente el que estaba ahí delante de él? Algo no cuadraba con lo que sabia, y veía frente a sus ojos.
- Tremere siempre ha hablado de Saulot como un farsante cabron. ¿Ahora hace totalmente su voluntad?
- aah… no te confundas, aún sigo creyendo que Saulot es un hijo de puta y que los tiene engañados a todos... sí lo sabré yo. Pero eso no quiere decir que tenga un punto de razón, al menos en parte. Si lo que logre ver, es cierto, todos somos hijos de una de las mentiras más grandes contadas jamás.
- y te ha arrastrado con ella…
- no exactamente, hemos pactado, he hecho mi parte. Ahora que haga Saulot, me tiene sin cuidado. Como he dicho, ahora soy libre…
- eso hay que ver para creerlo – Aemon que sigue dudando
Tremere sonríe, y lentamente, con todo el estilo de un performance propio, de una estrella de Rock, se quita el ornamento de la cabeza, tan característico, que es casi un símbolo de identidad para toda la estirpe.
Aemon queda, sin palabras, al ver que Tremere, no lleva el ojo en la frente como muchos aseguran, después de haber perdido el control absoluto ante Saulot
- Como he dicho – repite Tremere – soy libre!!...
Aemon enciende su puro, realmente ha quedado sorprendió... y con todo lo que ha podido ver en casi 2000 años de no-vida, pocas cosas pueden hacerlo sorprender.
- ¿Cómo lo hiciste?... Como cortaste el dominio absoluto con Saulot.
- Ya te lo dije, hicimos un pacto. Yo ayudaba a Saulot en su maldito plan y el me dejaba libre. De cierta manera fue satisfactorio saber que el muy cabron necesitaba de mí. A cambio de alguno de sus secretos y parte de su plan. Y debo decir, si hay un verdadero maestro de la Yihad, es el. ¿Puedo? – dice cogiendo la botella y pidiendo permiso al dueño para servirse una copa.
Aemon acepta con un ademan, ahora mismo la botellita es lo que menos le importa
- déjame ver si entiendo, me estás diciendo que Saulot, uno de los chiquillos predilectos del mismísimo Caín, se dejó comer por ti… ¿por qué te necesitaba?
- oh… no ocurrió así exactamente, debo admitir que lo subestime. Al igual que todos, mi visión de él, era de un “ser inmenso de bondad” por no decir un debilucho de mierda. Por eso fue mi primera opción desde el principio para lograr mi inmortalidad definitiva. Que digas que el me eligió a mí, es una perspectiva bastante curiosa… me has dado algo en que pensar, gracias.
- Aun no me explicas como lo lograste. Incluso, sigo dudando de que de verdad lo hayas hecho y que es Saulot probando mi paciencia.
- Lo creerás, cuando te explique, cuando también lo veas. Eso sí, prefirió que esto quede entre nosotros… al menos de momento
- ¿por qué?
- porque Saulot de alguna manera te ha involucrado también. Ha elegido a tu chiquillo… como padre. Vamos, Aemon ¿de verdad te creías que habría un Hijo del Puerto Gélido sin un ritual previo? – Tremere que casi hace un esfuerzo por reír a carcajadas, al ver la cara de WTF de Aemon.
- ¿Por qué Caleb? - Aemon que no para con las sorpresas...
- le habrá caído bien, supongo. Tengo entendido que tu chiquillo favorito, estuvo dos siglos meditando para alcanzar el punto más puro de su humanidad. Simplemente lo eligió, se encapricho. Es bastante irónico, Saulot se hizo famoso con esa paja mental de haber alcanzado la Golconda, no es más que un truco de magia… creado por mí, la reencarnación de un vampiro.
- has dicho que te mostro su plan, ¿que está buscando?
- Lo mismo que todos, ganar la Yihad. Aunque hay mas venganza que otra cosa. Esto ya va de suposiciones mías, pero estoy casi seguro que el único propósito de Saulot, es quitarse de en medio hasta el día real de la Gehena, mientras todos estemos matándonos entre nosotros, lamiéndonos nuestras heridas, y en el momento oportuno, el alzarse para terminar de destruirnos a todos. Lleva en silencio esperando que se cumplan las profecías de la Gehena, que, ahora mismo me hacen pensar, el hijo de puta se ha reído en nuestras caras mientras se inventaba cada palabra escrita en el libro de Nod, y nosotros guiándonos por ellas, como un sabio filosófico.
- y por esto matamos a cada niño nacido como un vampiro – Aemon con ironía, viendo el peligro que supone. Si Tremere dice la verdad, Saulot era el maldito rey en la Yihad, poniendo en jaques a todos. Matarlo ahora mismo, era la mejor opción. Aunque seguía teniendo preguntas sin resolver – en qué parte de esta movida, está involucrada Lilith
- Eso no lo sé, te aseguro que esto no estaba en su visión
- ¿estás seguro?
- si lo estaba nunca me lo mostro, no es de extrañar que se guarde algo. Dejarme libre no quiere decir que vaya querer dejarme vivir. De hecho, aún estoy intentando descubrir donde está el truco de su plan retorcido.
- pues alguien está jugando ya con esa carta, y ese alguien tiene que saber lo mismo que me has contado. Sino no estaría un culto jodiendo con rituales escondidos y ahora detrás del niño
- Algún seguidor de su “senda”, alguno del Clan Salubri… o un de lo Baali, incluso. Creo que en este punto es difícil no creer los fuertes rumores que el progenitor oficial de esos inmundos demonios es el mismísimo Saulot - Tremere atando cabos....
- siguiendo la historia, es un progenitor indirecto, fue uno de sus chiquillos descarriados, que no pudo controlar su ambición y termino pactando con demonios…
- ¿…o no? – Tremere con una sonrisa llena de ironía
- y estoy seguro que estarás encantado de que te pregunte, ¿Cómo lo sabes? y pavonearte con tu sabiduría – Aemon con la misma sonrisa irónica.
- Solo tengo suposiciones… que espero, podremos buscar.
- Tzimisce, ya sabrás que está metido en esto
Tremere escupe en el suelo con desprecio:
- maldito asqueroso…
- Todavía no entiendo como tus "hijos" no han acabado con todos ellos.
- lo harán, tarde o temprano lo harán. Por eso he ayudado a Saulot y por eso estoy aquí…
- ¿Qué quieres?… - Aemon volviendo a su pregunta inicial.
- hay que cuidar al chico, Aemon
- habrá que matarle más bien, antes de que nos mate a nosotros.
- o lo aprovechamos, nosotros. Veras, ahora mismo es solo un niño, incapaz de darse cuenta de lo que realmente es. ¿Por qué no prepararle, educarle y llevarlo a nuestro bando? Ese chico puede ser la perdición para toda la Estirpe, pero llevado por el camino correcto, puede ser también nuestra salvación. Solo imagina, si el propósito real de Saulot, es ver arder el mundo para liquidar a sus hermanos, tendríamos una de las mejores armas en nuestras manos para deshacernos de cualquier otro Antediluviano.
- siempre y cuando logremos controlarle.
- Ahora mismo no puede ser tan difícil, es joven, tonto e inmaduro. Es el momento perfecto. Seguro que ya tu chiquillo Caleb, ha sembrado bastante humanidad en él, pero debe conocer su lado oscuro también, descubrirlo poco a poco. Saber todo esto de golpe hará que su conciencia despierte muy rápido, y ahí si no podríamos controlarlo. Habrá que buscar a alguien para que haga el contra peso en esa humanidad, esa dualidad en su “yo”
Aemon medita sus piezas en el tablero, puede juntarlas con las de Tremere y luego pelear al final por ellas, solo con él. Ahora mismo, El diablo es el mejor compañero de juego.
- Tengo un candidato perfecto, para llevarle por ese lado oscuro, estoy seguro que te encantara - Aemon ve a Tremere, cómplice…
Tremere es ahora el que medita, evalúa al candidato... al final sonríe satisfecho:
- excelente elección…
- no es maravilloso – dice Tremere – los dos "usurpadores", en el mismo bando, jugando al juego con los peones…
- ...con las piezas que nos tocan - Termina Aemon
Ambos suben las copas y dan un trago en señal de “¡salud!”
- Que empiece el juego…
Wow! Empieza fuerte